¿Te imaginas descubrir un día que el mundo está habitado por miles de brujas?, y que además ¿podrías estar cerca de ella cuando tomas el metro, la micro o cuando caminas al colegio, a la universidad o a tu trabajo? Tranquilos y tranquilas, por suerte estoy hablando del libro de Roald Dahl Las Brujas, el cual relata las aventuras de un niño de ocho años, quien junto a su abuela deberán enfrentarse a las brujas del mundo, pero sobre todo a su líder La Gran Bruja.
La vida del protagonista de esta historia cambia radicalmente, cuando su abuela le revela un gran secreto: las brujas existen y están por todos lados. Así, el libro comienza con el imaginario colectivo que todos tuvimos alguna vez de las brujas; seres con sombreros y vestidos negros, con una gran nariz en el rostro y con el medio de transporte la escoba. Pero, todo este imaginario se quiebra cuando la abuela de nuestro narrador protagonista, le cuenta que es muy difícil reconocer a estos seres, pues se ocultan muy bien debajo de la fisonomía de una mujer común y corriente. Esto, incomoda al principio, pues el narrador señala que las brujas siempre son mujeres, pero que no es su intención hablar mal de ellas. No obstante, si bien lo criticamos, tenemos que entender que Roal Dahl es sólo hijo de su época; y este gran detalle no opaca la genialidad de su escritura.

Por otro lado, la novela nos presenta los temas comunes que Roald Dahl incluye en su literatura: la dificultad de ser niños y ser entendidos por los demás, su capacidad creativa, sus miedos y por sobre todo lo horroroso que pueden ser algunos adultos. Así, la novela no sólo es una invitación a vivir una aventura inolvidable, sino que también nos invita a criticar y a comprender el mundo de quienes muchas veces son ignorados: los niños. Como adultos, también podemos rememorar nuestra infancia y los miedos que sentimos, pero sobre todo a involucrarnos con las vivencias de nuestro pequeño héroe y su abuela, y la envidiable relación que los rodea llena de complicidad y afecto.
Por Belén Gajardo