eer Mi negro pasado de Laura Esquivel es realizar un viaje hacia el encuentro con los ancestros que tanto hemos olvidado en el mundo moderno en que vivimos, donde pareciera que no nos conectamos con los demás, ni tampoco con nuestros familiares. Así, llega la última obra de Esquivel, que es la continuación de la aclamada novela Como Agua para Chocolate, cuyos elementos como los sabores, olores y experiencias eróticas que germinaban alrededor de la historia de amor entre Tita y Pedro, tenían relación con el Realismo Mágico.
Del mismo modo, la última novela de Esquivel nos manifiesta por qué su escritura es leída por un gran número de personas. Cualquier lector o lectora que pertenezca al territorio latinoamericano se puede sentir identificado/a con los personajes de Esquivel. Protagonistas que de alguna u otra forma son sometidos a sus circunstancias, sus familias y a la sociedad en la que viven. No es extraño que en estas novelas tenga que ocurrir un quiebre para que las protagonistas femeninas rompan el cascaron y se reencuentren con sus ancestros, para sanar las heridas de la historia familiar. En Mi negro pasado, vemos cómo las raíces sanguíneas son fundamentales para encender luces, en un camino oscuro y cerrado.
Es en medio de una sociedad mexicana del siglo XXI, que Esquivel nos narra la historia de María, cuyos problemas se resuelven a través de la comida. La adicción de la protagonista es el punto de fuga para los problemas que se le presentan. Su vida da un vuelco desde el nacimiento de su hijo Horacio, cuyo color de piel saca lo peor de la familia de María (el linaje de la familia De la Garza), por ejemplo: Carlos, su marido, duda constantemente de la fidelidad de su esposa, sembrándose así un abismo en la pareja. Además, la imposibilidad de querer a Horacio terminan por llevar a Carlos a tomar la decisión de abandonarla. María es culpada por su madre y hermanos, por tal suceso; dando muestras del racismo y el machismo que se respiran en esta época.