Que lindo es cuando tienes los argumentos para asumir que Marvel Studios está haciendo bien las cosas. Pueden ser 10 años de muchos tropiezos, de haber creado una fórmula demasiado conformista como para que algo se sintiese fresco, y cuánta cosa más. Pero hemos visto excepciones recientes que quizás sean más que excepciones, y Black Panther cimenta el piso de lo que debiéramos esperar de una película de súper héroes del universo Marvel, entiendo ese universo por lo que es y no por lo que podría ser.
Capitán América: Civil War fue el puente introductorio para dos personajes fuertemente esperados por los fans, y aunque Spider-Man: Homecoming cumplió la tarea con nota decente, esta vez el azul está bien clarito. El rey T'Challa es La Pantera Negra, quien hace gala de un traje muy cool, habilidades gatunas bien útiles en combate, y muchas preguntas en torno a su origen. ¿Tiene súper poderes? ¿Y qué hay de Wakanda? Cosas que se cuestiona un aficionado pero ignorante de los comics como yo, y de ahí partían mis expectativas con esta película. Igual tenía el temor de que no se aprovechara el enorme potencial que daba entrar en esta ciudad fascinante, y de que como suele pasar, primara meter a Los Vengadores en un ritual donde no tenían tecla que tocar. Nada de eso ocurre, y contrariamente, Black Phanter sorprende con una de las propuestas más únicas y bien pensadas del universo cinematográfico de Marvel, repitiendo lo de la última gran secuela de Thor.
La historia se transporta fundamentalmente a Wakanda, como tenía que ser. Una ciudad secreta escondida en África con un desarrollo tecnológico increíblemente avanzado, y regido por una monarquía encargada de preservar toda la mitología que da vida a la existencia de este héroe. Luego de los sucesos de Capitán América: Civil War, T'Challa (Chadwick Boseman) debe coronarse rey de Wakanda, pero paralelamente hay un par de individuos que planean algo turbio en relación con el tráfico de armamento forjado con vibranium, el poderoso metal proveniente