Una buena película de espías necesita dos cosas: un espía atractivo y buenas armas. Operación Red Sparrow tiene la primera, una muy guapa Jennifer Lawrence, y la segunda la completa con el arma más potente en Hollywood: la sexualidad, creando una mezcla ultra explosiva de violencia y más violencia.

El tío de Dominika, un militar (Matthias Schoenaerts), la incluye en una operación que la obliga a seguir una senda oscura de espionaje y el abandono absoluto de la mentalidad convencional y moralista a la que estamos acostumbrados. Es decir, la convierte en un arma sexual, dispuesta a arriesgarlo todo por conseguir un objetivo.
Las mentiras llegan a tal punto que uno como espectador no está seguro de quién trabaja para quién y qué es una mentira y qué no. De a ratos pareciera que ni la misma Dominika está segura de ello. La película lo mantiene a uno pensando y sufriendo (sufriendo mucho) con todo el proceso de descomposición espiritual que sufre Egorova a medida que avanza la trama.
¿Lo malo? Es innecesariamente violenta. Si bien la lucha rusio-estados unidos, el abandono de los parámetros sociales y la vida de espía (sin lujos, ya cero James Bond) lo ameritan, a veces cansa y hace perder la tensión intelectual. No solo violencia física (como los disparos, las torturas o la peladora de piel, que sí, aparecen), sino también la violencia sexual y el sometimiento psicológico. En otras palabras, es una película para ir preparado a sufrir y con paciencia porque dura 2 horas y 20 (aunque tampoco aburre). Jennifer Lawrence hace un papel magistral.
Definitivamente es +18. La recomiendo +18. No hay mucha sangre, pero de todas formas duele, estresa y cansa. No obstante, es una buena película de espías y si tienen buenos nervios, deberían ir a verla.
Por Adriana Villamizar