Es una de las películas chilenas más aclamadas del último tiempo a nivel internacional. “La vaca que cantó una canción hacia el futuro”, primer largometraje de Francisca Alegría, se estrenó el año pasado en el Festival de Sundance y, desde entonces, no ha parado de recorrer el mundo acumulando elogios y premios.
Ahora fija fecha de estreno en salas chilenas. Llegará el jueves 3 de agosto a cines de todo el país, con distribución de Wood Producciones.
La historia se ambienta en un contexto particular: miles de peces están muriendo en un río contaminado en el sur de Chile. Magdalena, una mujer fallecida hace mucho tiempo, emerge entre los cuerpos sin vida, encontrándose con su esposo y causándole un estado de shock, lo que provoca el regreso a casa de su hija Cecilia. La presencia de Magdalena despierta tanta curiosidad como miedo en su familia. Mientras aclaran el pasado, madre e hija, se encuentran con una oportunidad de cambiar el futuro.
“La vaca que cantó una canción hacia el futuro” cuenta con las actuaciones de Leonor Varela, Mia Maestro, Alfredo Castro, Marcial Tagle, Enzo Ferrada, Luis Dubó, María Velázquez y Laura del Río entre otros. Con un guión de Francisca Alegría, Fernanda Urrejola y Manuela Infante.
ALEGRÍA: “Es una invitación a apagar la parte racional del cerebro y entrar a un territorio totalmente intuitivo”
Francisca Alegría es titulada en Dirección de la Universidad Católica de Chile y tiene un M.F.A. en Guión y Dirección de Cine en la Universidad de Columbia. Su cortometraje “Y Todo el Cielo Cupo en el Ojo de la Vaca Muerta” recibió el premio a Mejor Corto Internacional de Ficción en el Festival de Sundance 2017; Mejor Corto Latinoamericano en el Festival de Cine de Miami y fue seleccionado en el Festival de Cine de Toronto, entre otros.
“La idea del largo nació de una especie de ejercicio de escritura donde dejé que las ideas “bajaran”, sin filtro. Hacía años que me venían imágenes, todas en relación al campo de mis abuelos maternos y mi infancia, y comencé a recolectarlas en forma de guión. En ese primer gesto donde escribí un guión sin detenerme a pensar ni arreglar nada, un personaje encontraba una calavera de vaca (una vivencia sacada de mi niñez) y la calavera habló… en ese momento leí lo que escribí y algo se encendió. Creo que esta es la semilla de esta historia, que comenzó el 2011. Es un viaje sensorial, una invitación a acercarnos al mundo invisible que nos rodea”, cuenta Alegría.
A pesar del proceso libre de inspiración, es una obra que refleja el mundo en que vivimos. “Parte de la propuesta de la película es ver cómo los humanos hemos tejido un mundo separado de lo que nos rodea, incluso separados de otros seres humanos”, analiza la directora. “Cuando hablamos de traumas o heridas familiares, por ejemplo, tiene que ver con la falta de empatía o comunicación que ha habido en nuestras historias… Es en este trauma donde Magdalena, la madre muerta, viene a escarbar”.
“Me preguntan mucho si fue consciente del paralelo entre la madre (Magdalena) y las madres vacas en la película. La respuesta es sí. Las vacas en ciertas tradiciones orientales, como la Hindú, son sagradas. La vaca es una deidad que se protege y se venera. En nuestra cultura occidental, la vaca es un cuerpo femenino violado, mutilado y succionado para la satisfacción inmediata de los seres humanos. Las vacas, al igual que Magdalena, que fue alejada de sus hijos por su marido, son alejadas de sus críos. En el sistema de las lecherías, a la hora en que debieran darle leche a las terneritas, las vacas son llevadas a la sala de ordeña para sacarles su leche y luego envasarla. Mientras, las terneritas reciben leche en polvo, otra leche que no es la de sus madres. El vínculo de las mamíferas con sus críos es prohibido para las vacas...”, reflexiona la directora.
Sobre los desafíos que tuvieron en el proceso, Alegría agrega: “grabamos en plena pandemia, donde en Chile era muy difícil conseguir vestuario, por ejemplo. Trabajamos con lo que pudimos encontrar en ese momento. Tuvimos la suerte de contar con co-productores de tres países. Fuera de los desafíos más clásicos de las películas independientes, creo que nuestro rodaje estuvo bendecido por el cariño de todxs quienes ayudaron en la película, incluyendo a los animalitos y el territorio en que grabamos”.
“Esta película es una invitación a apagar la parte racional del cerebro por una hora y media”, añade la cineasta. “No es una instancia donde la audiencia vaya a anticipar eventos ni a saber lo que viene. Por el contrario, es una historia que toma giros inesperados, justamente porque la trama fue tejida de forma intuitiva”.