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12/14/18

[Reseña cine] Nuestra hermana menor: Un encuentro poético sobre la familia

El nombre Hirokazu Kore’eda ha sido mencionado varias veces a lo largo de este año por su último trabajo Shoplifters, desde antes que ganara la Palme d’Or en Cannes. Es quizás gracias a eso, que en cines nacionales se estrena Nuestra hermana menor. Una perla más del elegante collar que es la filmografía de Kore’eda.


Basado en un manga, la historia se enfoca en tres hermanas Souchi, Yochan y Chika. Ellas se encuentran en sus veinte y algo años, viviendo en una gran casa antigua en Kamakura. El padre que las abandonó hace 14 años ha muerto, la noticia las hace viajar al funeral donde conocerán a su media hermana; una adolescente llamada Asano Suzu. Desde el primer encuentro una conexión se genera y las hermanas invitan a la menor a vivir con ellas, juntas descubrirán la alegría de vivir.

Kore’eda es conocido desde sus primeros trabajos por poseer un tacto familiar, cotidiano y de memoria. En su ópera prima Kiseki, retrató la vida a distancia entre dos hermanos pequeños que se separan a causa del divorcio de sus padres. La altura de la cámara y cómo el director maneja a sus jóvenes actores permite mirar desde un rincón la intimidad e ingenuidad de dos niños que quieren volver a estar juntos como familia. Aquí en Nuestra hermana menor es una familia fragmentada que se une, sin negar el pasado y abrazando el presente.


La dirección y guion a cargo de Kore’eda conforman una historia profundamente conmovedora, liderada por sus cuatro protagonistas y los cercanos que las acompañan. Cada hermana es fácil de distinguir por su carácter, motivos de sonrisa y llantos. Una observación plena y sincera a la condición humana y a formar lazos. Los hijos no debiesen cargar los errores de sus padres y este filme es una prueba de ello.

Un relato universal que produce una pintura preciosa. Escenas que quitan el aliento por su cinematografía. Espacios que hablan por los personajes, cuando no hay necesidad de diálogo. Lo bello del trabajo del japonés es que no necesita explicarse a sí mismo, al contrario, su mensaje se transmite con intensidad a la fibra más fina del corazón.


Personalmente creo que es una de las piezas más ligeras y felices de la obra del nipón. Y es una película que merece ser vista y compartida. Es una promesa hecha de que saldrán de la sala con un sentimiento cálido, agradeciendo los minutos en que fueron parte de esa familia.


 Por Constanza Lobos

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