Inspirada en hechos reales, Green Book relata el encuentro entre un guardia de seguridad italoamericano con un pianista de clase mundial negro. El músico Dr. Don Shirley (Mahershala Ali) pronto hará una gira por diversos estados al sur de Estados Unidos, y para ello necesitará que Tony Lip (Viggo Mortensen) lo lleve a tocar. Ambos se guiarán a través de “The Green Book”, un libro que detalla en qué lugares se puede comer, hospedar o etc., las personas afroamericanas.
En este tipo de historias uno espera lo típico: un encuentro fortuito, amistad y lucha contra el racismo que termina en un final feliz. En este caso eso es solo una parte de todo el enunciado, ya que al estar parcialmente basada en un historia real hay cosas que ni la ficción pueden cambiar.
Lo mejor de la película es Mahershala Ali, su notable presencia hace que la mirada del espectador se pose en su actuación. El personaje de Ali es secundario, pero la manera en que encauza a Shirley, con el carisma e ingenio que posee, nos hace creer que es el protagonista y no Mortensen.
La química Ali-Mortensen es un tira y afloja. Mientras que el primero tiene el temple y la contención, el último tiene el arrebato y la exaltación. Juntos componen el encanto de Green Book y por varios momentos, logran levantar la calidad del filme justo cuando tropieza en términos de guion.
La vida de Dr. Don Shirley y Tony Lip cambió por completo el día que se conocieron, en ellos se vivió la empatía por el otro. No en un sentido de lástima ni compasión, si no que en un mutuo aprendizaje que condujo a ambos a una amistad de décadas de extensión. Su historia no trata sobre cómo vencer al racismo, porque hasta el día de hoy nadie lo ha vencido.
Por momentos es evidente que