Dicen que el sentido más fuerte de los humanos es la vista. Una voz en tu oído está susurrando ayuda. Tú, a mucha distancia, quizás a poca, escuchas con detención sus palabras ¿Es un drogadicto más? ¿Alguien que la embarró mal y ahora está en un viaje pesado? ¿Un viaje auto-inducido? Y esa voz insiste. No puede respirar. Tú sientes que no es nada muy grave.
Y después una llamada. Una llamada que no esperas. Una mujer. Vas a cortar. Otro drogado ¿Estuvo tomando? Filo. Chao, pero no. Te detienes. Algo está pasando. Iben es su nombre. Iben. Está siendo secuestrada. No tienes nada que hacer. Las manos cruzadas. Pocas palabras. Iben. Iben.
Así empieza todo. Asger Holm, un agente de policía que está cumpliendo su turno en el teléfono de emergencia, recibe una llamada que le cambia la vida… y tiene que saber qué hacer desde un escritorio, alejado de todo. Porque esta llamada significa mucho más que un caso: es lidiar con los propios demonios. Es lidiar con las culpas. Muchas culpas.
Dicen que el sentido más fuerte de los humanos es la vista, sí, pero ¿saben qué es lo maravilloso de la película? Que la tensión aumenta cuando no puedes ver nada. Cuando tienes que ver con la mente. Todo es un poco más grotesco en la cabeza. Todo es un poco más complejo. Y La Culpa te tiene mirándole a los ojos a Asger. Viéndolo sufrir y pasándote una película en la película. Desesperado por su descontrol ¿qué control? ¿y de quién es la culpa?
Es difícil escribir mucho más de algo que solo se puede sentir porque la trama, en sí misma, no sale mucho de lo común. Es un