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5/03/17

[Reseña libro] La ciudad y la casa de Natalia Ginzburg: Adiós, amigos

Hace tiempo que no se mandan cartas. El teléfono, primero, y el e-mail, después, reemplazaron lentamente el papel; las redes sociales lo erradicaron casi hasta extinguirlo. La ciudad y la casa es una novela epistolar que renueva virtualmente la pasión de la hoja y la tinta viajera: la necesidad de esperar una misiva que no llega y el cartero que pasa sin dejar recado.


Giusseppe se va a Estados Unidos. Esa es la noticia. Se va, los deja a todos, deja y Italia. Deja el piso en Nasaurio Sauro, la casa en Las Margaritas, a Lucrezia y su “maravillosa palidez”, a Roberta y sus chismes, a Alberico y su falta de padre. Se va Giusseppe a América, al otro lado, a un avión de distancia con su hermano de voz gruesa y solemne.

Lo maravilloso de la multiplicidad de vidas son los distintos enfoques con que presentan la realidad: La ciudad y la casa es la manifestación de los mundos que se crean en cada persona. Son cartas de un grupo de amigos durante un par de años donde todo cambia. Un mes y lo conocido ya no es. 

Por otro lado, Natalia Ginzburg, novelista italiana del siglo XX, presenta personajes femeninos fuertes, profundos, contradictorios, aborrecibles, amados. Mujeres que trascienden de un papel receptivo a ser activas, sexuales, pensantes: una Lucrezia distinta a la de Shakespeare. No necesita ser vengada. 

Esta edición de Editorial Lumen tiene tapa dura, aumentando lo romántico de sostener el libro entre las manos: como una carta de otro tiempo. Está acreditado por Greenpeace sobre el cumplimiento de los requisitos para ser considerado un “libro amigo de los bosques”. Cuenta con una portada ilustrada por Oscar Tusquets Blanca. Un lector veloz no se demorará más de un par de días en terminarlo.

En realidad, ni siquiera un lento lector podrá despegar sus ojos fácilmente del libro. Empieza como ver un par de extraños compartiendo una conversación causal, entrar a la casa con un “buenas tardes, permiso”. Transcurre en un montón de vacíos; los silencios que dejan las cartas en las cosas que sus autores entienden como conocidas e innecesarias de comentar. Lo obvio que da rienda suelta a la imaginación, a las conjeturas, a complementar unas voces con otras. Y termina con esa sensación de enamoramiento adolescente y secreto de aquella silueta lejana; el morbo de entrar en su vida y la desazón de decir “Adiós, amigos”

¿Por qué leerlo? Porque es bonito enamorarse de una manera platónica y emocionante, inmiscuirse en la privacidad de una conversación ajena. Es como revisar varias conversaciones de whatsapp del siglo XX: tan actuales, tan lejanas.

Por Adriana Villamizar Rivera

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