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2/02/18

[Reseña libro] La Luz cae vertical de Leonel Lienlaf: La persistencia de la memoria ancestral

“Pewmagen/ Kuifike pvji tvfamew umagtulu/Ñi fvcakeceyem ñi peumagen/ Rakizuam vnmu umagtulu/Ñi fvcakeceyem ñi peumagen/Rakizuamvnmu umagtulu/Kiñe antu wvñoael/ Tvfaci ñi aiñ mapumew/Zoy yeple wanglen amuy /Zoy yeple wanglen amuy/Ka rpv pvle miawi/Fey mvtvm Kimi cew ñi/Pukintuyawvn”

“Yo soy la visión/ de los antiguos espíritus/ que durmieron en estas pampas. / Soy el sueño de mi abuelo/que se durmió pensando/ que algún día regresaría a esta tierra amada/ Él se fue de viaje/más allá/ del horizonte de los sueños”


La luz cae vertical es una antología bilingüe que recoge la creación poética de Leonel Lienlaf, publicada por el sello Lumen de la editorial Penguin Random House. El libro integra desde Se ha despertado el ave de mi corazón (1990) hasta Epu Zuam (2016), además de algunos poemas rescatados y otros que Lienlaf escribió especialmente para esta entrega. Su primer poemario lo hizo merecedor del premio Municipal de Literatura de Santiago en 1990.

La escritura de Lienlaf tiene una impronta única, no sólo porque en su escritura conviven dos lenguas significativas para el poeta, el mapuzungun y el castellano; sino también porque en su contenido encontramos la persistencia de sus ancestros, la cosmovisión e historia del pueblo mapuche latente en cada palabra, en cada verso.

En su producción literaria encontramos poemas que retratan la conformación del mundo y junto con ello la cosmovisión de su pueblo. Los paisajes con su flora y fauna, también encuentran un espacio amplio en la poesía de Lienlaf; además de rescatar la voz de los ancestros y de sujetos tan importantes para la historia mapuche como lo fue Lautaro. A través su creación lírica, la figura del poeta vuelve a ser la del hablante, la del sujeto que enuncia los aconteceres de su pueblo, pero también la trascendencia de los sueños, la grandiosidad de la naturaleza, las batallas históricas y la lucha constante de su pueblo.

Es en la escritura donde Lienlaf invoca a la naturaleza y le da vida a la lluvia, a los ríos, los canelos, pinos, vientos, animales y aves. En ella, se personifican los fenómenos de la naturaleza y los animales, dando cuenta de la fraternidad y conexión que existe en este mundo, entre humanos y todo aquello que es parte de la naturaleza. No obstante, esto sólo puede ser entendido por quienes se alejen de la banalidad.

En la poesía de Leonel Lienlaf las aves hablan, y parece tan esclarecedor el hecho de que su primer poemario se titule Se ha despertado el ave de mi corazón, dando cuenta de una luz que emana desde su interior, que podría ser la palabra que intenta salir, volar hacia al exterior y lograr conmover a quien pase por sus escritos.

El hecho de que su escritura sea bilingüe también nos indica la subsistencia de una lengua materna, en plena convivencia con una cultura huraña y hostil como la nuestra, y esto último se demuestra en lo poco y nada que sabemos del mapuzungun. En la antología aparecen poemas escritos en castellano y mapuzungun, excepto Kogen (2014), que dan cuenta del ejercicio habitual del poeta. Mas también se presenta como un llamado a rescatarla y a integrarla, al menos como reconocimiento de nuestra conformación mestiza. 

Elvira Hernández, poeta chilena, señaló sobre Leonel Lienlaf: “(…) voz del eterno retorno de los antiguos espíritus mapuche. Poeta del canto y del hablar de la tierra –el mapuzungun-, su belleza y sus dolorosas verdades. Apertura de un mundo que nos subyace. Plena escritura de este tiempo”. Y me parece pertinente terminar con esta cita, para entender la grandiosidad y sensatez de un poeta que conmueve, del cual aprendemos a despojarnos de una era banal y a rescatar las voces y memorias de nuestros antepasados, la conformación de nuestra tierra y por sobre todo, visibilizar las verdades de un pueblo doliente, que persiste en la búsqueda de justicia. Como lectores, tenemos una tarea con la poesía de Leonel Lienlaf: revisar la verticalidad con la que nos enfrentamos al pueblo mapuche, cuando debiese ser una mirada horizontal y fraterna.


Por Belén Gajardo

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